lunes, 28 de septiembre de 2009

Recordando a los cuatro dirigentes de la FTC

A 30 años de su asesinato

Un 29 de septiembre de 1979, fueron asesinados 4 importantes dirigentes de la Federación de Trabajadores del Campo, FTC, conformada por la Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños, FECCAS y la Unión de Trabajadores del Campo, UTC, miembros del Bloque Popular Revolucionario, los hechos fueron confusos, según la versión policial, más tarde se descubriría a través de sendos comunicados de organizaciones de derechos humanos y populares que fueron elementos de Caballería en coordinación con cuerpos policiales que asesinaron a los dirigentes campesinos.


Relato de estos hechos desde lo que fue una casa de colaboradores del Bloque en Santa Tecla


Corría septiembre de 1979, se habían reunido en nuestra casa; en la cual vivíamos mi mamá, mi abuelo, mis dos hermanos mayores y yo; varios dirigentes campesinos de la Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños, FECCAS y la Unión de Trabajadores del Campo, UTC, dos de las organizaciones campesinas más fuertes en combatividad y membrecía pertenecientes al Bloque Popular Revolucionario, BPR, Félix García a la cabeza, llegó con un grupo de campesinos.

Más tarde llegó Fide (Fidelina Alvarado) con el segundo grupo, eran más o menos diez personas, estuvieron reunidos todo el día, mi madre les hizo el almuerzo; las medidas de seguridad giradas por ellos era que de llegar la Policía, se fingiera que era una fiesta o reunión cristiana, y por si acaso se tenía la biblia a la mano, aunque no muy convincentes así se estableció siempre en cada reunión.

Las indicaciones que me giraron era, estar atento en la calle con mis amigos, de cualquier movimiento sospechoso, o si se acercaban militares, hacer bulla o salir corriendo con la pelota y dar el aviso lo más pronto posible, afortunadamente eso nunca pasó; hoy dicen algunos amigos, que tuvimos mucha suerte de que nunca nos pasó algo grave, pues no sospecharon de nuestra participación en el Bloque.

Cabe aclarar que vivíamos sobre la novena avenida sur de Santa Tecla, en unos apartamentos cuyos dueños eran la familia Molina, los mismos dueños de la famosa mueblería Molina que aún existe; justo a dos cuadras al oriente de los apartamentos “Molina” queda el Hospital San Rafael y dos cuadras al norte, el Instituto Nacional “José Damián Villacorta”, vivero de estudiantes del MERS en aquella época.

Una de las anécdotas que me atrevo a contar ahora, después de 29 años, está relacionada con nuestra madre, sucedió el día de la gran marcha de la unidad, el 22 de enero de 1980; de nuestra casa saldría un grupo de simpatizantes del Bloque; como se preveía que iba ser reprimida, se instruyó a la gente que fuera preparada con pañuelos mojados y bicarbonato, para bajar un poco el efecto de las bombas lacrimógenas.

Todos iban preparados con atuendos de marchista, zapatos deportivos, pantalón Jeans, camisa manga larga y gorra, además su morral donde llevaban agua, algún pan porque iba a durar todo el día y, pañuelos mojados para resistir el efecto de los gases lacrimógenos; al siguiente día de la marcha, en los apartamentos donde vivíamos se corrió la bola entre los vecinos que nuestra madre llevaba en el morral una “metralleta”, nos causó gracia y asombro a la vez, porque los chambres sí vuelan.

Los vecinos sabían de alguna forma que nuestra familia pertenecía a la comunidad eclesial de base del Padre Rafael Palacios de Santa Tecla, y fue él mismo quien ayudó judicialmente con un amigo del arzobispado a los vecinos de los apartamentos a mantenernos por año y medio en nuestras viviendas, dado que el dueño nos había corrido porque iba a vender, fue de esa forma que nos mantuvimos, pues el pago por el alquiler de cada apartamento se hacía en los juzgados y no directamente al dueño.

El Padre Palacios y la comunidad invitaron a los vecinos de los apartamentos “Molina” a reuniones semanales para leer la biblia y reflexionar sobre el amor del Dios de la vida para con los pobres y la situación de injusticia en el país, al cabo de un tiempo el Padre ya no pudo ir y delegó a miembros de la comunidad a que coordinaran las reuniones, pero al poco tiempo, era nuestra madre la que celebraba la palabra y dirigía las reflexiones.

Pertenecer a una comunidad cristiana en la década de los setenta significaba ser guerrillero para el gobierno, de tal manera que si el Padre Rafael Palacios visitaba nuestra casa, entonces éramos sospechosos, de ahí, la anécdota de “la metralleta en el morral”.

Volviendo a la reunión de los dirigentes campesinos en nuestra casa, concluimos que nuestros vecinos, o no sabían, por qué tantas reuniones, o de alguna forma sospechaban, pero por temor o simpatía a la causa, nunca nos delataron.



Fue un 03 de octubre que llegó otro miembro del Bloque a informarnos que a Félix lo habían asesinado junto a otros 3 campesinos entre ellos su esposa, Patricia Puertas, frente al Cuartel de Caballería el pasado 29 de Septiembre, los otros dos dirigentes eran Apolinario Serrano y José López.

















A Polín como cariñosamente le decían sus compañeros, lo conocimos en la casa de los Jesuitas, ahí, era como un noviciado que estaba ubicado en Antiguo Cuscatlán, eran como 20 los seminaristas que ahí vivían, justo ahí se reunían los campesinos dado que los Padres Jesuitas atendían la zona de Aguilares y El Paisnal, en cursillos de cristiandad específicamente el Padre Rutilio Grande, párroco de El Paisnal y junto a él le acompañaban el Padre Salvador Carranza y Jesuitas más jóvenes en vías de ordenarse, entre ellos Juan José Ramírez de nacionalidad español, Antonio Cardenal ( comandante Jesús Rojas) de nacionalidad nicaragüense, Fernando Ascoli, guatemalteco, Emilio Baltodano, nicaragüense, Alberto Enríquez, guatemalteco, eso fue entre 1974 a 1975.

Para conocer a Polín, había que escuchar a sus compañeros, quienes hablaban de él con un profundo respeto y admiración, fue un campesino extremadamente humilde, sencillo y eso le dio la virtud de la inteligencia y capacidad para conocer e interpretar la realidad a través del evangelio y así invitar a sus hermanos de clase a organizarse y luchar por la construcción de una sociedad justa donde el campesino no fuera humillado ni explotado.

Nuestra madre conoció a Polín, Félix, la Ticha en casa de los Jesuítas, les llego a tener un profundo cariño, quizás porque hubo en ese momento una identificación de clase; ella campesina sin haber tenido la oportunidad de ir a la escuela, trabajó la tierra, se vino a la ciudad a trabajar de sirvienta y en esos avatares de la vida supo que los jesuitas necesitaban una cocinera, fué, la entrevistaron y la contrataron, eso sucedió como en 1970.
En ese año, el noviciado estaba contiguo a la iglesia El Carmen en Santa Tecla, luego se trasladaron a la Colonia Flor Blanca y de ahí a Antiguo Cuscatlán, hasta que muchos de ellos fueron expulsados del país, capturados y puestos en la frontera de Guatemala entre 1976 y 1977.

Antonio Cardenal fue un caso especial para nosotros, me refiero a mi madre, mi hermana y yo, era una persona muy sensible, humilde y muy humana; recuerdo que cada vez que sus padres lo visitaban desde Nicaragua, llegaban ataviados de productos que en su fábrica se elaboraban, como cocoa, dulces, boquitas, era algo así como la Diana en nuestro país, recordemos que la familia Cardenal en Nicaragua es una de las más influyentes.

Mi alegría se desbordaba cada vez que venían los padres de “Don Toño”, como cariñosamente le llamábamos, recuerdo que le decía a mi mamá: ¡mari, llévele a sus hijos!, ¡agarre lo que quiera, porque sino estos se lo van a acabar, (se refería a los demás jesuitas en tono de broma).

Cuando coincidía la visita de los padres de Don Toño y mi mamá me llevaba a la casa de Antiguo, me topaba con esas enormes cajas de golosinas, y para un niño de ocho años eso era una autentica tentación, Don Toño se me acercaba y decía -¡Charli Brown, (sobrenombre con que me bautizaron los jesuitas de la casa de Antiguo) agarrá lo que querrás y llevale a tus hermanos!

Otras veces, lo veía reunido con los dirigentes de FECCAS o llegando de las comunidades del Paisnal y Aguilares con los zapatos lodosos y muy cansado, otras veces reunido con mi mamá y una amiga que se encargaba de lavar y planchar, leyendo la biblia y discutiendo la realidad del país.

Estoy convencido que nuestra madre adquirió conciencia social producto de estas reuniones, aprendió a leer la biblia e interpretarla de acuerdo a los signos de los tiempos, no faltaba quien le dijera: -¡ Niña mari, usted habla bien bonito… como si fuera maestra!, por eso creo que los campesinos de El Salvador, han sido y serán los que enarbolen las banderas de lucha en nuestro país, quizás porque han sido los más explotados y marginados.

Para esa época los niveles de represión iban en aumento, en Mayo del 79 había sido la masacre en Catedral, posterior, la masacre de la marcha del Bloque camino a la embajada de Venezuela, represión en el campo; Felix García, dos años antes se había encontrado con mi mamá en el bus, y le había pedido que le colaborara dándoles lugar en la casa para reunirse. A partir de ese encuentro, prácticamente fue nuestra entrada a la organización como colaboradores y militantes.

Luego de la última reunión que tuvieron los dirigentes de la Federación de Trabajadores del Campo, una tarde llegó Félix apurado a los apartamentos, se bajó de un carro blanco, recogió unos documentos y se marchó, esa fue la última vez que lo vimos con vida. Me dio la impresión que fue en ese mismo carro que lo asesinaron, era de esos lanchones comunes de los setentas, creo que era una Ford Taurus.

Fue un golpe muy fuerte para nosotros y la organización, lo recordábamos siempre sonriente, bromista, chineando a un sobrino recién nacido, quizás se imaginaba que era su hijo a lo mejor de la misma edad a quien por cuestiones de trabajo no le dedicaba el tiempo adecuado.

Prácticamente fue por medio de Félix García, que nos involucramos al proceso revolucionario, también, y muy especialmente a través de él conocimos a esa cantidad de campesinos, obreros y, estudiantes revolucionarios excepcionales incorruptibles, que por su entrega total a la causa, murieron antes, hablo de Fidelina Alvarado, catequista de Tecoluca, el “negrito de propa”, Chanito, Rolando “carabina”, “Guadalupe”, y tantos otros que llegaban a nuestra casa y que en son de broma la denominaban, “el otro local del Bloque”.

Vaya este humilde homenaje en este 30 aniversario (29 de Septiembre) para quienes en vida fueron los dirigentes de la Federación de Trabajadores del Campo, FTC, “Polín”, Félix, la “Ticha” y “Chepe”, asesinados por el ejército frente al cuartel de Caballería, Occidente del país, y de quienes tuve el honor de conocerlos, muy a pesar de mi corta edad en aquel entonces, no vacilo en afirmar que ellos fueron mis principales héroes o referentes a imitar, no esos héroes que nos cuentan en la historia oficial, sino, los héroes que se templan en el crisol de las luchas libertarias, y que nacen y son hijos del pueblo.

A estos cuatro patriotas y a los miles de caídos, para que su sangre y su ejemplo siga siendo un llamado a los que han optado por olvidar y a los que no, en compromiso constante de continuar lo que ellos iniciaron, no olvidándolos es ya un primer paso.


Fotografía de Félix y Ticha: Blogger - Retazos de Memoria -
Fotografías de Periódico: La Prensa Gráfica

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