sábado, 24 de octubre de 2009

Así vivimos el asesinato y entierro de Monseñor Romero

En marzo del 2010 se cumplirá 30 años del asesinato de nuestro Pastor, Monseñor Oscar Romero; El Salvador sufría una de las represiones más brutales que se hayan vivido en su historia, nos preguntábamos los cristianos organizados en las comunidades eclesiales de base, ¿qué más pasaría? si ya habían asesinado al máximo jerarca de la iglesia católica, ya no se detendrían contra los miles y miles de salvadoreños que exigíamos justicia social; lamentablemente así fue, no se detuvieron los asesinos y El Salvador se hundió en una guerra que duró 12 años, cuyas secuelas aún las andamos cargando.


A pesar que tenía 13 años, recuerdo muy bien los pormenores que sucedieron a la muerte de Mons. Romero; eran alrededor de las 7 de la noche, cuando en mi casa, ubicada en los apartamentos “Molina” en la 9ª. Avenida Sur de Santa Tecla, encendimos la radio como comúnmente lo hacíamos a esa hora para escuchar las noticias, fue la Radio cadena YSU, donde escuchamos la voz dramática y entrecortada del locutor, informando que hacía unos minutos Mons. Romero había sido asesinado de un disparo en el corazón, no lo podíamos creer, los vecinos salían de sus casas con su mirada perdida, preguntándose así mismo, si era cierto lo que escuchábamos, otros, mejor cerraron sus puertas a lo mejor creyendo que así estarían más seguros.

Al poco tiempo, llegó Mercedes Cañas y Salvador Ernesto, hijos de Doña Raquel Cañas, una de las fundadoras de la Comunidad del Padre Rafael Palacios de Santa Tecla, con otra señora de la comunidad que no recuerdo su nombre a invitarnos para ir como delegación de la comunidad cristiana a todos los colegios católicos y parroquias de Santa Tecla a que nos pronunciáramos como cristianos por tan grave acontecimiento; se les pedía a las parroquias que justo a las 8 de la noche hicieran repicar el campanario y, a los colegios que suspendieran las clases y explicaran a los alumnos y padres de familia las razones de tal disposición, algunos tomaron a bien la iniciativa, otros, nos cerraron las puertas e insultaron.


“…Que tristezas Santa Tecla
              mucho rezo y devoción”...


Santa Tecla siempre se caracterizó por ser una ciudad muy católica a lo tradicional, cuando irrumpen las comunidades eclesiales de base en esta ciudad como en 1974, muchos sacerdotes y señoras de la “alta sociedad” pero muy católicas, pusieron el grito en el cielo, no iban a permitir que sacerdotes llamados de “la nueva ola”, llegaran con ideas raras como eso de la Teología de la Liberación, de que el reino de Dios se construye en la tierra y no en cielo, que los pobres son los llamados por excelencia a construir el reino de Dios, en fin, ese nuevo planteamiento que traían consigo las comunidades eclesiales de base, no era otra cosa, decían, que “el comunismo en su máximo esplendor”.



Me parece que fue para la semana santa de abril de 1976, cuando el padre Rafael Palacios y la comunidad pusieron en la iglesia de El Calvario a un Cristo obrero cargando no una cruz sino, una caja grande de cartón donde se leía: pobreza, explotación, hambre, etc., como representando un Cristo pobre encarnado en el hombre y la mujer que viven diariamente la dura realidad de la injusticia social y que no hay peor pecado que ser indiferente ante esto. Lógicamente, al Padre le llovieron las críticas y reclamos de sacerdotes y beatas de Santa Tecla, pero también, la admiración de gente humilde que se veía identificada con esa imagen del Cristo obrero, a partir de ahí, fue como el nacimiento de la nueva Comunidad del Padre Palacios, niños, jóvenes, adultos y ancianos que sumaban poco más de cien, estarían con él hasta el día de su asesinato en Junio del 79 y unos pocos años más como comunidad errante.



 
De la Iglesia El Calvario hasta Catedral


La comunidad de Santa Tecla, se reunió en la iglesia El Calvario de la misma ciudad, se evaluó el asesinato de Mons. Romero, su impacto y trascendencia para el país, especialmente para los cristianos comprometidos, se leyó algunos versículos de la Biblia, se reflexionó sobre el significado de la muerte de Mons. Romero, su legado de fé y entrega hasta dar la vida por el prójimo; luego se definieron algunas tareas que los miembros de la comunidad realizaríamos, por ejemplo, todos los jóvenes nos involucramos a la elaboración de mantas, las cuales se iban a poner en las iglesias de Santa Tecla y otras se ubicarían en Catedral, justo donde estaba siendo velado en ”capilla ardiente” los restos mortales de nuestro Pastor, algunas mantas decían lo siguiente, “No hay amor más grande que el dar la vida por el hermano”, “la verdad nos hará libres”, “Mons. Romero tu sangre es semilla de libertad”, etc.



La noche del asesinato de Mons. Romero estallaron alrededor de seis bombas sólo en Santa Tecla, en San Salvador fueron entre ocho o diez adjudicadas por comandos urbanos de la guerrilla, en repudio a este hecho abominable, parecía que las cosas se iban a poner peor y todos pensamos que esto de alguna forma aceleraría las condiciones para una insurrección general, o sea, la gente estaba indignada y lo único que quedaba por hacer es organizarse y luchar.




Recuerdo que en la comunidad de Santa Tecla a raíz del asesinato de Mons. Romero, algunos se organizaron y se fueron a la clandestinidad, otros, se fueron del país como refugiados políticos, otros, se salieron de la comunidad por temor a la represión, y otros, nos mantuvimos en la comunidad pero también colaborando con las organizaciones revolucionarias con mayor cautela, pues considerábamos que sólo en la comunidad no dábamos el aporte completo a la causa, lo que llamábamos “dar el salto de calidad”, este dilema se discutía mucho en la comunidad, si un cristiano puede ser revolucionario a tal punto de tomar las armas, esto provocó serios cuestionamientos con la iglesia católica, creo ahora, que el momento lo ameritaba, si fue lo correcto, habría que discutirlo.




El entierro bajo las balas




Fue un domingo 30 de marzo, amaneció soleado y con una tranquilidad aparente; para no despertar sospecha, se decidió en la comunidad que cada quien se fuera por sus propios medios y no en grupo porque era arriesgado por los retenes militares, salimos (mi mamá, mi hermana y Yo, mi hermano mayor se fue aparte) como alas 7 y media de la mañana, tomamos la ruta 101 y nos bajamos en el Parque Hula Hula, buscamos la marcha de la Coordinadora Revolucionaria de Masas que iba llegar de lado sur de Catedral Metropolitana de San Salvador, nos dispusimos a caminar hasta el Parque Cuscatlán que era desde donde saldría la marcha.

En ese trayecto, pudimos constatar que en los edificios aledaños a Catedral, habían sujetos armados, algunos con uniformes de la extinta Policía Nacional protegidos con chalecos antibalas en posición de disparar, me imagino que era la práctica de siempre en todas las marchas, ubicar francotiradores y disparar a matar, ese día no iba a ser la excepción.


Nos encontramos con la marcha de la CRM, nos unimos a ella donde iban los compañeros del Bloque, ahí vimos a Chanito,(Feliciano Maravilla) dirigente campesino quien nos saludó y nos dio unas gorras para el sol y propaganda donde se repudiaba el vil asesinato de Monseñor Romero, en las mantas se leía, “Mons. Romero profeta y mártir”, “Repudiamos el cobarde asesinato de Mons. Romero”, “Mons. Romero tu sangre es semilla de nuestra liberación”, entre las consignas que gritamos fueron, “Estado de sitio, ja,ja,ja”, “quien mató a MOns. Romero…la burguesía criolla y el imperialismo yanky”, “cuatro pelones… ja,ja,ja,”, “ ...y la Junta, a la mierda…y la mierda, a la junta”, en este caminar vi que a la marcha se le unía más y más gente, era un mar de gente indignada y dispuesta a hacer oír su voz de condena, para quien nunca estuvo en una de esas marchas de la CRM, puedo decirle sin temor a equivocarme que se siente una emoción muy especial, ver a miles y miles de compañeros que piensan como uno, sienten y sueñan como uno, se sentía una fortaleza interior inmensa, una alegría y fraternidad que no lo he sentido por muchos años aún en tiempos de paz.


Para los estudiosos de la cultura popular y la comunicación social, justamente en este tipo de marchas se dieron una serie de significados y significantes que acentuaban la cohesión de los manifestantes, y fortalecía su moral, por ejemplo, gritar a una sola voz las consignas, el colorido de la marcha, el vestuario, las mantas de diversos colores predominando el rojo, amarillo y negro, la secretividad, la complicidad y otros elementos muy importantes en toda manifestación popular.

Como señal de luto se nos dijo que entraríamos a la plaza Gerardo Barrios o Plaza Cívica, con el puño izquierdo alzado, ya la plaza estaba atiborrada de gente, vimos pasar de nuevo a Chanito, apurado con otros compas del Bloque y una pila de propaganda en sus manos, una noche antes, Chanito había ido a recoger un revolver 38 a la casa, se esperaba que los cuerpos represivos iban a reprimirla, me imaginé que andaba en labores de seguridad, cuando nos despedimos al finalizar la marcha, nos dijo, - los veo más tarde, sino… hay llego a la casa.

La misa ya había comenzado cuando ingresamos a la Plaza, mi mamá, mi hermana y Yo, nos dirigimos a un costado de Catedral del lado del parqueo, ahí nos encontramos a Carlos “gordo”, un miembro de la comunidad, nos dirigimos a comprar refresco, tomándolo estábamos cuando de repente escuchamos un gran estruendo y disparos por todos lados, pasó lo que habíamos previsto que pasaría, no sé ni en qué momento, corrimos despavoridos hacia la puerta lateral de Catedral, en ese momento estaba solo, toda la gente estaba concentrada en la entrada principal, entramos semi- agachados por aquello de lo disparos, nos tiramos al suelo bajo unas bancas, miré hacia arriba y vi como las balas rebotaban en el concreto y desprendían la arenilla y se formaban pequeñas nubes de polvo, eso sucedió como unos treinta o cuarenta minutos, afuera se escuchaba un ruido ensordecedor entre gritos, explosiones, sirenas de ambulancias, en cuestión de segundos el interior de Catedral quedó repleta de gente, muchos heridos, golpeados, desmayados, algunos con shock nervioso, otros sin zapatos, o la ropa desgarrada cuando trataron de ingresar casi encima de los que se habían caído en el trayecto, en fin, era una locura todo aquello.


A la par mía había un señor que se estaba ahogando por un disparo que le había entrado en el abdomen, llamaron a unos paramédicos que afortunadamente se encontraban por ahí y lo atendieron, a un lado estaba una religiosa orando con un crucifijo en mano, más allá una señora desmayada, el calor era insoportable, no cabía ni un alfiler y seguía llegando más gente, mi mamá, con mucha angustia dijo, - y Mario, dónde estará… Dios quiera no le pase nada.


En esa situación pasamos como hora y media, la zozobra era indescriptible, creíamos que eran nuestros últimos minutos de vida, nos imaginábamos que el ejército, la Policía y la Guardia, ingresarían de un momento a otro a Catedral y harían una sola matanza, pues ellos contaban con todo a su favor, armas sofisticadas, tanques, tanquetas, ametralladoras, aviones, helicópteros, en fin, era el poder real, el pueblo organizado, apenas con unos cuantos fusiles y pistolitas como la que recogió Chanito en casa la noche anterior, esa desigualdad me daba más pánico todavía.

Hubo un momento en el recinto de Catedral que ya no cabía ni un alma, y se corrió la voz, que se iban a cerrar las puertas, ya el féretro de Mons. Romero me pareció que bajo esas circunstancias se había enterrado ahí mismo, al cerrarse la puertas de repente hubo una algarabía y todos empezaron a aplaudir, empezamos a hacer lo mismo, mi mamá Mary, mi hermana Guadalupe y Yo le pregunté porqué aplaudíamos, ella me dijo muy alegre, - ya se fue el ejército, los “muchachos” los corrieron… dicen que ya se tomaron el poder, cómo es eso me pregunté, nosotros aquí encerrados y el poder ya está tomado, más me pareció que alguien corrió la “bola” como para calmarnos de nuestros nervios y olvidar esa crisis .


Quien estuvo ese día en Catedral y lee este relato no me dejará mentir, que lo que cuento es verdad, por un momento se corrió esa bola en Catedral y si son más curiosos, escucharán en las grabaciones video gráficas que andan circulando por ahí, el sonido de los aplausos al fondo casi al final del video.


La verdad de todo es que los aplausos eran porque las organizaciones revolucionarias habían impedido que la masacre fuera mayor, al evitar que el ejercito ingresara y dejara una estela de sangre en los contornos de Catedral; la valentía, la convicción que la causa era justa y que primero era el amor al pueblo, las causas por las que no hubo más gente afectada; si ven los videos históricos apreciarán el arrojo de los muchachos organizados levantando gente, poniendo sus cuerpos como escudo para que no fuera a caerle un disparo a la señora humilde, al anciano indefenso a la niña que no hallaba a sus padres, en fín, sólo el amor al pueblo hace valiente al mismo pueblo organizado, de no ser así, es probable que hubieran sido más víctimas.


Al salir de Catedral nos topamos con la dura realidad, salimos con las manos en la cabeza, los hombres con la camisa levantada en señal que no llevábamos armas, ya los muchachos se habían replegado y ahora era el ejército quien nos desalojaba, habían unos camarógrafos internacionales cubriendo esa escena, al fondo se veían edificios en llamas, carros incendiados, como a unos cien metros algunos cadáveres destrozados bajo los carros, quizás buscando resguardo, curiosamente el cielo nublado, como si la lluvia empezaría a caer de un momento a otro.


Caminamos hasta tomar el bus que nos llevaría a Santa Tecla, todavía la gente estupefacta de lo que había pasado, nadie quería hablar de eso, más que irse cada quien para su casa.


Chanito llegó al día siguiente a la casa, nos contó que él estaba frente a catedral, justamente en el parqueo por el murito que separa la plaza con la acera, ayudando a la gente a resguardarse y de vez en cuando disparando hacia el edificio del Banco Hipotecario y Palacio Nacional que era donde estaban los francotiradores que le disparaban al pueblo que quería enterrar a su Pastor.


Ahora, han pasado 30 años y todavía no se ha enjuiciado a los asesinos de Monseñor Romero, Chanito fue desaparecido un 30 de Octubre de 1980, y como ellos han sido miles y miles los que entregaron sus vidas en la búsqueda de la paz con justicia social, ahora, se firmó la paz, pero lo principal quedó de lado, como es enjuiciar a los criminales del pueblo, las heridas no se han cerrado, están abiertas, hay que cerrarlas con verdad y justicia para no olvidar lo que en El Salvador se vivió.


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