sábado, 7 de noviembre de 2009

En los albores de la ofensiva del 81

En la ofensiva del 10 de enero del 81, Yo apenas andaba en los 14 años, sin embargo la viví con mucha intensidad y esperanza al igual que miles de hombres y mujeres organizados en los movimientos revolucionarios de aquel entonces, y que, lamentablemente muchos de ellos ya no están con nosotros, porque murieron en el fragor de las batallas de la misma ofensiva y de muchas otras, o porque, fueron desaparecidos por los cuerpos represivos y que aún hoy, los culpables andan sueltos e impunes.

Al escribir este relato vivencial, así como otros que he escrito anteriormente en este blog, asumo con mucha responsabilidad pero también con mucha alegría haber sobrevivido para poder contar trozos de la historia reciente de El Salvador que tienen que ver con el conflicto armado pero, sobretodo, de contar pasajes de la vida revolucionaria y con ella las relaciones o vivencias humanas que ahí surgieron, el compañerismo, la fraternidad, la alegría, que fueron elementos inherentes a la lucha revolucionaria salvadoreña, y como comunicador social creo que fue justamente aquí donde se cumplió a cabalidad ese maravilloso proceso de comunicación donde todos fuimos emisores y receptores a la vez de un mensaje claro que llevó a transformar nuestra realidad, aplico aquí lo que una vez dijo uno de los más grandes comunicadores sociales latinoamericano, el argentino Mario Kaplún, “definir qué entendemos por comunicación, equivale a decir en qué clase de sociedad queremos vivir”.

Dado que la incorporación de nuestra familia al proceso revolucionario dio inicio desde el año 1977, pues entonces hay mucho que contar; tengo dos propósitos principales al escribir esta serie de relatos vivenciales, el primero, compartir con quienes lo lean, lo que de seguro también han vivido y que esto sea de alguna manera una especie catarsis, pero también, abrir la ventana de la memoria histórica para que veamos el pasado desde donde retomemos lo bueno, pero lo malo, procurar que no se repita; con esto paso al segundo propósito, que es poner en común a los jóvenes de hoy trozos de la historia de lo que otros jóvenes hicieron en otro tiempo, en otro contexto, pero igual de valedero para los que trabajan por la justicia social y por verdaderos cambios en nuestro país.

Continuando con el relato sobre lo que viví en los preparativos y durante la ofensiva de 1981, debo contar que había mucho entusiasmo en todos lados, la gente del Bloque que llegaba a nuestra casa, hablaba de algo grande que iba a suceder, por tanto, muchos estudiantes, obreros, campesinos, catequistas, maestros, entre otros, ya se habían ido a la montaña a prepararse militarmente, además, en la ciudad, era casi imposible mantenerse en la legalidad o clandestinaje sin evitar ser descubierto por pura sospecha.

Recuerdo que un día observé a Fide (dirigente campesina del Bloque) que llevó a la casa un fardo de ropa y la escogía para llevársela a un campamento guerrillero, a ella la habían asignado la zona de San Vicente, Yo le pregunté si podía irme a un campamento guerrillero y me dijo que nosotros como familia podíamos asumir alguna tarea específica en Santa Tecla en plena ofensiva.

Durante 1980 los compañeros del Bloque siempre se reunían en nuestra casa de Santa Tecla, ubicada sobre la novena avenida sur cerca del Hospital San Rafael, con quienes cultivamos un compañerismo más estrecho fue con Chanito(Feliciano Maravilla, desaparecido en octubre del 80), Fide (Fidelina Alvarado, caída en una emboscada en el cantón La Bermuda el 15 de Marzo del 83 junto a la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos Marianella García Villas)),Nelson(Nelson Avalos, campesino de Cinquera y ex-diputado por el Frente en tiempos de paz), el “Negrito de Propa” creo que su nombre era Martín (caído en la década de los 80´s), Mártir, encargado de los sindicatos (también cayó en los 80´s), tambien debo mencionar al compañero Ismael Merlos, dirigente campesino del movimiento cooperativista, quien sobrevivió a la guerra y hoy trabaja en una ONG de desarrollo del país.

Un ex seminarista jesuita viviendo con nosotros

Cuando mi mamá trabajó de cocinera en casa de los seminaristas jesuitas, desde 1970 hasta 1977, empezó en la Colonia Flor Blanca, meses después, se trasladaron a una casa de esquina mucho más grande, siempre en La Flor Blanca, justamente frente a la entrada del Estadio que tenía el mismo nombre hoy “El Mágico González” sobre la 47 av.sur, finalmente se trasladaron a la casa de Antiguo Cuscatlán donde me parece que ese terreno era de ellos y la UCA les quedaba a unas cuadras para quienes daban clases o estudiaban ahí.

En la casa de Antiguo tuvimos la oportunidad de conocer más de cerca a varios de ellos, como a Antonio Cardenal (Cmdte. Jesús Rojas, de las FPL-FMLN), Fernando Ascoli, guatemalteco (Cmdte. Ricardo Gutiérrez, de las FPL-FMLN), Juan José Ramírez (de origen español, involucrado en las FPL, expulsado del país en 1977), Emilio Baltodano (nicaragüense), Rodolfo Cardenal ( ex vice-rector de de la UCA, primo de Antonio Cardenal), Juan Ramón Rafael Soriano, mejor conocido como “El Colocho”, entre otros.

“El Colocho” era un seminarista originario de Cojutepeque que quería ser sacerdote jesuíta, su familia de origen humilde lo había ayudado para que estudiara en la UCA, y estuviera en el noviciado; para el terremoto de Guatemala en 1974, contaba que se había ido con una brigada de rescate a una zona selvática del Quiché con población cien por ciento indígena, llegó y se quedó a vivir con ellos durante un buen tiempo, ahí, aprendió el idioma de ellos y sus costumbres; pero tuvo que regresar a El Salvador y seguir con sus estudios de seminarista y de ingeniero agrónomo en la UCA.

“El Colocho” llegó a nuestra casa a mediados de 1979, a lo mejor Félix García ó Polín(dirigentes campesinos de FECCAS-UTC), lo llevaron, puesto que trabajaban juntos en la organización; “El Colocho” era una persona extraordinaria, con una capacidad intelectual sobresaliente, pero sobretodo con un amplio sentido de la solidaridad y la humildad a “flor de piel”, recuerdo que junto a Ismael Merlos fueron dándole vida a lo que posteriormente fue la FUNPROCOOP, dado que “El Colocho” tenía mucha experiencia en el cooperativismo con los indígenas de Guatemala y, en El Salvador no sería la excepción.

Fue presentado en la comunidad del padre Rafael Palacios, más o menos dos meses después de su asesinato el 20 de Junio de 1979, para nosotros, fue todo un guía espiritual, un amigo y un compañero más dentro de la comunidad.

Recuerdo que cada vez que llegaba a la casa, siempre iba cargando un paquete de huevos, pan, café, para la velada que siempre teníamos en la noche, chistando, platicando o discutiendo la realidad nacional, de esa forma se fue quedando en nuestra casa por varios meses hasta un poco después de la ofensiva general.

Algunas veces, se quedaba en la UCAII, así le llamaban a la casa donde vivían los Padres Jesuítas encargados de la UCA, quienes todavía le daban un estipendio por ser miembro aún del seminario, ya la casa de los seminaristas había desaparecido desde que empezaron a expulsar a varios de ellos por haberse enrolado en la guerrilla o por “indoctrinar” a los campesinos de Aguilares y Chalatenango, decía el Gobierno del Gral. Romero que fue todavía más duro que el de Molina.

En los preparativos de la ofensiva, “El Colocho”, estuvo saliendo como a las 4 de la mañana, preparando gente de la zona de Huizúcar y sus alrededores; un día le dio dengue y con fiebre y todo, madrugaba o se quedaba en la zona, su misión al parecer era organizar los levantamientos de campesinos de esa zona, formar escuadras de milicianos de auto defensa.

El dilema del “Colocho” creo, era si debía continuar con los estudios para el sacerdocio o dedicarse sólo a estudiar ingeniería y salirse del seminario, al final, creo que optó por lo segundo, lógicamente en la UCA II dejaron de ayudarle.

En plena ofensiva y sin avisarnos


A pesar que se sentía venir, me parece que la mayoría no estábamos preparados para la ofensiva general, había demasiada conspiratividad que la información no bajaba a tiempo, mucho menos se había preparado a las masas, y en los colectivos de partido lo único que hacíamos era algunos ejercicios militares, uso de armas cortas, y nuestra buena voluntad de hacer bien las cosas.

Recuerdo a mi madre, tomando el arma corta, parapetarse en posición de disparo, tirarse al suelo y desenfundar el arma, en fin, todo eso lo hacíamos en un cuarto pequeño de un mesón de Santa tecla.

Escuchamos por la radio aquel 10 de enero del 81 que muchas ciudades de la zona metropolitana de San Salvador y del interior del país habían amanecido tomadas por la guerrilla y que los combates permanecían, esperábamos que alguien de la organización llegara para incorporarnos a las actividades insurreccionales pero no fue así, muchos compañeros fueron enviados a zonas estratégicas, y olvidaron a la gente que había quedado en la ciudad y dispuesta a incorporarse, sino, veamos como el movimiento de masas quedó prácticamente descabezado puesto que sus líderes ya estaban en las zonas de control guerrillero, además, la represión no permitió moverse con libertad en esos momentos.

En la comunidad del Padre Rafael Palacios en Santa Tecla, un grupo de jóvenes y algunos mayores, buscamos a unos médicos colaboradores y enfermeras para que nos dieran un curso de primeros auxilios, ahí, aprendimos a curar heridas de bala, a poner torniquetes, cómo cargar a un herido en una zona de combate, como inyectar en situaciones extremas, cómo poner una venda, etc.

Otro grupo había conseguido víveres, como frijoles, maíz, arroz, dado que era una buena cantidad de sacos no hallábamos donde guardarlos, hasta que las monjas del asilo San Vicente de Paúl quienes tenían a su cargo la Escuelita de niñas “Marillac” nos prestaron las instalaciones tanto para el curso de primeros auxilios como para asolear el frijol y el maíz que ya se estaba naciendo, al final, se regaló a la gente de las marginales, cuando vimos que la ofensiva no prosperó y cada quien se fue para su casa.

Recuerdo esa energía desbordada entre los jóvenes de la comunidad del Padre Palacios, a Carlos Fernández” el gordo”, a Carlos Pérez “el peche”, maestro de música en la escuela “Ciriaco López”, a Mario Marín, mi hermano mayor, a Mauricio Garay, desaparecido en 1982, a Alex Roldán, desaparecido en julio del 83, a Paty, a Lilian, Martita y tantos jóvenes motivados con la ofensiva que no llegó a Santa Tecla, más que unas escaramuzas de las milicias populares.

Haciendo un balance de la ofensiva en los colectivos de partido y entre los miembros de la comunidad de base consideramos que no hubo la suficiente coordinación entre las fuerzas revolucionarias, no había armamento para la gente de masas que lo pedía, no se había dado línea de partido a los colaboradores y colaboradores activos en los momentos insurreccionales, funcionó más la iniciativa propia de los que de alguna forma estábamos organizados, si la gente no salió a las calles fué porque nadie tomó la iniciativa de hacerlo o por lo menos con un comando de milicias y así motivar a los jóvenes, sé que en algunos lugares si se dio esto pero, en Santa Tecla no funcionó, además los niveles de represión eran altísimos y si uno salía a la calle a poner una barricada o hacer una toma de calle tendría por lo menos contar con grupos de autodefensa armada y eso tampoco se dio en Santa Tecla.

Las lecciones

En una reunión de despedida de “El Colocho”, nos decía con mucha honestidad que si bien se había ganado experiencia militar en las zonas de control guerrillero, se había evidenciado que era posible la toma del poder por la vía armada pero, que esta, distaba mucho de ser posible en esos momentos, y lo dijo con mucha claridad, “- para que haya otra ofensiva militar como esta, hará falta unos ocho a diez años, por razones estratégicas en lo político y militar, además, se evidenciaron problemas de unidad con otras fuerzas guerrilleras y eso va a costar solucionarlo” dijo; debo recordar que nosotros militamos y crecimos dentro de la organización de masas BPR y lógicamente de las FPL, desde esta línea hacíamos nuestro análisis.

“El Colocho”, con esas palabras sabias se despidió, como si hubiera leído el futuro en algún oráculo, porque, sino, cómo se explíca que la ofensiva “hasta el tope”, en noviembre del 89 se haya realizado ocho años después, tal como el “Colocho” lo dijo; será que él sabía algunos asuntos internos del partido que nosotros no sabíamos, y que la política regional pesaba mucho y la intervención de los EEUU iba a ser más clara que, impediría que el pueblo salvadoreño construyera su propio futuro.

“El Colocho”, se alejó de nuestras vidas, mas o menos en marzo del 81, desde entonces no hemos vuelto a saber de él, dijo que se dedicaría a su carrera y trabajaría en una ONG, tenía derecho a hacerlo, ¿no creen?.

Fueron doce años que duró la guerra desde el 80 hasta la firma de la Paz en 1992, las heridas quedaron abiertas, tenemos paz, pero aún no hay verdad, justicia ni reparación por las víctimas que dejó la guerra, hay paz, pero hay miseria, hay paz pero siguen habiendo muchos muertos por otro tipo de violencia, hay paz pero hay más desempleo, hay paz pero hay hambre, hay paz pero se ha perdido valores como la solidaridad, la fraternidad, el respeto a la memoria de nuestros muertos y desaparecidos, aunque parece que hay un luz al final del túnel en estos nuevos tiempos “…que tanto ha tardado en llegar” .

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