viernes, 17 de diciembre de 2010


Mi captura


Para llegar a los hechos de mi captura, necesariamente debo hablar aunque de manera breve  algunos antecedentes de mi vida que marcaron mi participación en el movimiento social, desde las comunidades eclesiales de base, CEB, en Santa Tecla,  hasta el movimiento revolucionario en la lucha de liberación.

En la década de los setentas, en sus inicios, mi madre de nombre María Flores Marín, de oficios domésticos, llega a trabajar como cocinera al noviciado de los Jesuitas en la colonia Flor Blanca, ahí conoce a muchos sacerdotes y seminaristas muy comprometidos con la evangelización de campesinos en la zona de Aguilares, El Paisnal, Tacachico, norte de La Libertad - San Salvador y en el departamento de Chalatenango.

Conoce a personajes como Antonio Cardenal, Rodolfo Cardenal (primos y de origen nicaragüenses), Juan José Ramírez, cuya ordenación como sacerdote la hizo en la Iglesia de Antiguo Cuscatlán, Emilio Baltodano, Fernando Ascoli, todos ellos jóvenes seminaristas; y de los mayores puedo mencionar al padre Ignacio Ellacuría, Martín Baró, Jon Sobrino, Juan Hernández Pico, César Jeréz, Luís de Sebastian, Rutilio Grande, entre otros, que llegaban a la casa de los seminaristas siendo docentes de la UCA.

Todos ellos influyeron en el pensamiento y actuar de mi madre, sobre el nuevo significado del evangelio y el papel del cristiano frente a una realidad adversa de injusticia y opresión a la luz de la teología de la liberación donde pone al ser humano como único protagonista de su cambio y constructor del reino de Dios en la tierra.

Recuerdo las largas reuniones que se realizaban en la casa de los jesuitas en Antiguo Cuscatlán, mi madre ocupadísima preparándoles la alimentación a  dirigentes campesinos de la zona de Aguilares, El Paisnal y Chalatenango, y que ya habían conformado FECCAS-UTC, ahí, Apolinario Serrano, Félix García, Patricia Puertas (la Ticha) junto al padre Rutilio Grande, Salvador Carranza  y Antonio Cardenal en el acompañamiento espiritual.

Así conoce mi madre a estos hombres y mujeres ilustres, de extracción campesina y se da una identificación de clase entre ella y los dirigentes de FECCAS-UTC, se habla el mismo lenguaje, se tienen los mismos sueños y esperanzas. Mi madre recibe cursillos de evangelización de parte del padre Antonio Cardenal y Juan José Ramírez, de esta forma comprende su compromiso como cristiana y como sujeto social, Yo, a todo esto andaba entre los 8 ó 10 años pero percibo bien lo que sucedía a mí alrededor.


Para mediados de los setentas, empiezan las organizaciones populares a tener mayor presencia en sus reivindicaciones, como respuesta, la represión estatal, los militares rigen el destino del país y ven en los jesuitas un peligro inminente y comienza “la casería de brujas”, capturas y desaparecimientos a dirigentes populares, y por supuesto el exilio de los jesuitas extranjeros y nacionales.

Una mañana de  Diciembre del 76 los jesuitas le informan a mi madre que ya no continuaría con ellos porque trasladarían el noviciado a otro país dado los niveles de represión y las amenazas a muerte contra ellos, le dan su indemnización y se convierte en obrera de una fábrica en Santa Tecla.

Nuestra familia para ese año empieza a participar en las comunidades eclesiales de base, de Santa Tecla con el Padre Rafael Palacios, ahí encontramos el vacío que nos dejó la separación con los jesuitas en el acompañamiento espiritual y moral.

El BPR y nuestro aporte como familia

La represión militar se recrudece, y se van cerrando los espacios para el movimiento popular; fue una de esas casualidades de la vida en una mañana de 1978 que mi madre se encuentra en el bus de la ruta 101 a Félix García, secretario general de la FTC compuesta por FECCAS-UTC y este le pide que le prestáramos nuestra casa para reuniones del BPR; a partir de ahí comienza nuestra participación de lleno con una de las más grandes organizaciones populares que hayan existido en El Salvador.

A nuestra casa llega gente de la talla de Apolinario serrano, Patricia Puertas, “Chanito”, Fidelina Alvarado, como dirigentes campesinos del Bloque, además profesores, obreros, intelectuales, en fin nuestra casa se convierte en otro local del BPR, entre 1978 a 1980.

El 20 de Junio del 79, asesinan al Padre Rafael Palacios en una calle de Santa Tecla, la comunidad de alguna manera se dispersa por la represión, mucho de sus miembros optan por incorporarse a las organizaciones político-militares,  los más jóvenes se van para la montaña, otros a la clandestinidad, nosotros como familia nos vamos a prestar colaboración en una casa de seguridad de las FPL.

A pesar de estar en un ambiente semi-clandestino, mantenemos relación con la comunidad de Santa Tecla en reuniones y retiros espirituales.

Son nueve meses que prestamos colaboración, a pesar de la caída de dos de nuestros responsables y otros compañeros, no sufrimos daño alguno y decidimos seguir colaborando desde nuestra casa. Todo esto sucede entre 1981 a 1985.
Para 1986 entro a un colectivo de la organización en actividades propagandísticas en Santa Tecla, mi responsable fue Victor Mejía, hijo del insigne catequista de Las Vueltas, Chalatenango, Justo Mejía y Guadalupe Mejía, Directora de CODEFAM.


En Santa Tecla llegamos a formar un colectivo de jóvenes que se organizaron en el FMLN, algunos de ellos provenientes de la comunidad eclesial de base de Santa Tecla, otros, universitarios; nuestras principales actividades eran pintas de paredes, muros, etc, de las líneas del FMLN, riegue de propaganda escrita, impresión serigráfica y mimeografica, en fin, sólo esas actividades eran buenas razones para ir a prisión dentro de la ley vigente de “Orden y Seguridad Pública”.


Cuatro horas desaparecido y ocho días en la cárcel

El 20 de Mayo de 1988, había racionamientos de energía eléctrica debido a los constantes sabotajes al tendido eléctrico, consideramos conveniente realizar una pinta en una de las paredes de lo que antes era el Beneficio Holanda, propiedad de los H de Sola,(lo que hoy es La Despensa de Don Juan).

Eran las 7:30 de la noche, uno de los compañeros no llegó, decidimos siempre realizar la pinta.


Me ubiqué frente al paredón con el “spray” en mano, el otro compañero se ubicó como a 10 metros de mí y se dispuso a vigilar alrededor, de pronto ve un autobús acercarse y me grita que hay un bus sospechoso, no le tomé atención ni me preocupó, el bus cada vez se acerca más, pienso que es un bus del transporte colectivo, continuo escribiendo la consigna en la pared, y todo cambia en cuestión de segundos.

Del bus salen varios soldados uniformados y con sus fusiles en posición de disparo, ¡- parate ahí…si te moves te morís!,  en ese momento entro en el dilema si correr o quedarme quieto, pero decido lo segundo, no me daba las condiciones para correr.

Se bajan dos soldados, otros se quedan y desde la ventana me apuntan, ¡-…parate hijueputa…levantan las manos o te disparo!, boté el “spray” y levanto los brazos, se me acercan y me registran de pie a cabeza para ver si llevo armas, me agarran y me tiran adentro del bus, ahí me empujan y me amenazan que voy a ser ejecutado; el otro compañero, a todo esto, ha logrado escaparse después que soldado lo siguió por varias cuadras.


Un fusil apunta sobre mi cabeza

Me amarran las manos con un lazo y me vendan los ojos con un trapo de color verde olivo,  alcancé a ver que el bus viró hacia el lado de occidente, como que iba rumbo a Santa Ana, me gritan y me dicen que me van a fusilar en una calle aledaña, de repente el bus se detiene, me bajan, me tiran al suelo, oigo el
chasquido del fusil, tiro en recamara, pienso que son mis últimos instantes de vida, pero no fue así.

Me agarran entre dos, me tiran de nuevo adentro del bus, me van gritando, me dan coscorrones y me dicen que más adelante me van a fusilar, el motorista dijo, _¡....a este hijueputa lo vamos a dejar colgado en aquel palo como el que dejamos aquel día…!

Me bajan de nuevo en una calle polvosa sola, el soldado me dice -¡…vaya hijueputa hasta aquí llegaste!, de nuevo sentí que era la hora de mi muerte, mi mente recuerda mi infancia, mi adolescencia, a mi madre, el dolor que iba sentir, a mis hermanos, mis amigos, todos estas imágenes en fracción de segundos…. chasqueo del fusil, tiro en recamara, etc, me suben al bus y continua lo mismo.

Así me anduvieron aproximadamente como dos horas, hasta que llegamos a una guarnición militar, me bajan, me llevan a un lugar apartado y me asignan a otro soldado para que me de una especie de orientación o “lavado de cerebro” para que no vuelva hacer lo mismo porque ellos consideran  que me han utilizado, etc.

A todo esto, Yo, armé una leyenda en esos momentos aciagos, se me vino a la mente de repente y dije, que me habían obligado en la Universidad Nacional porque ahí estudiaba, y que me pagaban por hacerlo porque necesitaba dinero.

-¡ sí sos pendejo…me dijeron, …y las armas dónde las tenés?...porque utedes los de la U siempre andan armados!

El interrogatorio duró como una hora, me dijeron que me llevarían a otro lugar, me agarraron dos soldados y me tiraron  a la cama de un camión militar, volé por los aires, caí a la base de la cama de espaldas, a pesar que la caída fue fuerte mi adrenalina estaba al máximo y no me dolió nada, pensé que cualquier cosa que me hicieran no me iba afectar pues aún estaba con vida y eso se los agradecía.

De repente me bajan del camión, me tiran al suelo y deciden llevarme en un carro, iban dos adelante y dos tipos atrás, Yo en medio, el recorrido duró poco más de media hora, por lo que supongo que estuve en el cuartel de Caballería.

Llegamos como a las 11:00 u 11:30 de la noche a la policía nacional de Santa Tecla, mi madre y mi hermano mayor estaban ahí, después de haber andado preguntando en los puestos policiales y cuarteles de Santa Tecla. Me vieron que iba llegando con esos tipos, Yo iba siempre vendado y amarrado de las manos.

¡… hijo, aquí estamos, dijo mi madre, - no te preocupes; ella les preguntó porqué me llevaban en esas condiciones, ellos no contestaron, me pasaron de una sola ves a una celda, me quitaron la venda en los ojos,  me desamarraron y  ahí pasé la noche.

Tres días en El Castillo…empiezan los interrogatorios

Al siguiente día por la tarde me llevan al cuartel central de la Policía Nacional, dejo mis documentos, cincho, cintas de zapatos en la entrada, me sientan en una banca y pasé ahí como dos horas esposado como cualquier delincuente.

Como a las 6 de la tarde me pasan a los cuartos de interrogatorio, hay una mesa y dos sillas, el cuarto es alfombrado y el aire acondicionado está a su nivel máximo, inician los interrogatorios, me han puesto de nuevo la venda en los ojos, no veo a mis interrogadores, sólo los escucho.

-¿dónde están la armas, quién es tu jefe, donde vive el otro cabrón que se corrió, nos vas a ir a enseñar…¡que no me oís, ya te vamos a dar verga!

-…Me vas a contar todo, y si no lo haces aquí te vas a quedar…

Me fotografiaron, tomaron mis huellas dactilares, me grabaron un video donde me hacía cargo de participar en actividades de terrorismo, de pertenecer a la guerrilla, etc., me pusieron como testigos a los mismos que me estaban interrogando.

Me mantuve con mi leyenda, que me pagaban por hacer pintas y que mis responsables en la U eran dos tipos a quienes describí sus rasgos físicos ante un dibujante de la Policía, por supuesto que todo esto era invención mía.

Jamás delaté a ningún compañero de la estructura, de todas formas ellos ya se habían trasladado de sus casas.

En otros cuartos de interrogatorio, se escuchaba quejidos de gente como de dolor, voces fuertes de los interrogadores, -¡sino contás todo así te va a pasar! me advirtieron.

-Mañana te vamos a llevar a las casas de estos jefes tuyos y nos vas a decir donde tienen las armas…ó querés que le pase algo a tu familia? … no verdad, entonces colaborá.

Pasé las 72 horas en este interrogatorio ininterrumpido, no me dejaron dormir y cuando lo hacía me despertaban y seguían con las preguntas, quiénes son tus jefes en la U, donde tienen las armas, cuántos son, etc., sino hablás, tu familia las va a pagar.

Cumplidas las 72 horas, me alistan para sacarme de ahí y llevarme a los juzgados de Santa Tecla, antes me habían dicho que me llevaban a donde vivían los compañeros con quienes me reunía, pero hay de mí, me dijeron, si los estudiantes de la U hacían una marcha por mi liberación, ya sabían donde vivía y que me atuviera a las consecuencias.

La cárcel en Santa Tecla y mi libertad

De pronto ya estabamos en Santa Tecla, el camión en que me llevaban no paró frente al Juzgado, sino, dos cuadras adelante, desde ahí me llevaron esposado caminando entre la gente como cualquier delincuente común, a lo mejor con ese objetivo lo hicieron;  un abogado conocido me dijo, niega los cargos… estás limpio… vas a salir.

No hubo cargos, pero me llevaron a la Policía Nacional de Santa Tecla,( donde hoy funciona la Alcaldía) a pasar el tiempo de inquirir por cinco días más con los presos comunes, en una celda de  seis por seis metros donde habíamos no menos de 20 reos.

Afortunadamente no me pasó nada ahí, me respetaron porque creyeron que era un combatiente del FMLN, lo cual era cierto; llegaron a apreciarme, les conté mi caso y se solidarizaron conmigo. Al salir, me fui a vivir por un tiempo fuera de mi casa, pasé un buen período encerrado en mi casa, sin salir y con ciertos niveles de depresión, que gracias a Dios lo superé, así lo creo.

No obstante, no me fui del país, aunque tuve oportunidad de irme a Canadá en un programa de apoyo a perseguidos políticos, continué mi trabajo orgánicamente y eso fue como una terapia que me ayudó a superar el trauma que había vivido.




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